Avistaje de ballenas: las reinas del mar

ENTRE julio y noviembre, las costas uruguayas reciben la llegada de la Ballena Franca austral, y año a año aumenta el número de quienes se acercan cautivados por su belleza y esplendor. Durante esos meses, estas costas oceánicas son testigos de apareamientos, partos y de los primeros cuidados de los ballenatos.

Desde los puertos de Punta del Este y La Paloma, se ofrecen excursiones embarcadas para la búsqueda y avistamiento de cetáceos. Manteniendo un estricto código de conductas, diseñado para lograr un avistamiento seguro tanto para el turista como para las ballenas, Uruguay sigue los procedimientos compatibles con las prácticas conservacionistas.

La Ballena Franca Austral es una de las especies animales que más suscita interés turístico. El cetáceo que mide en promedio tiene 15 metros de longitud, lleva a cabo en nuestra región importantes episodios de su vida; los apareamientos, los partos y los primeros cuidados de los ballenatos.

¿Por qué las ballenas eligen Uruguay?

La ruta migratoria de la Ballena Franca Austral pasa por Argentina (Puerto Madryn), Uruguay (Maldonado y Rocha) y Brasil (hasta la isla Florianópolis).Durante este período, las ballenas se aparean y dan a luz, para posteriormente realizar los primeros cuidados de los ballenatos, antes de emprender el regreso a la Antártida.

El tamaño promedio de los animales es de 15 metros: un ómnibus y medio de largo,

Los ejemplares adultos tienen un peso de entre 40 y 60 toneladas y se desplazan a una velocidad de entre 15 y 30 kilómetros por hora. No necesitan alimentarse durante todo el desplazamiento, ya que anteriormente ya han ingerido suficiente comida para tener reservas y energía suficientes.

Lo que contribuye a que Uruguay sea parte de su ruta está relacionado con la calma que encuentran en estas costas, ideales para que los cetáceos realicen sus paradas de descanso.

Uruguay cuenta con una Ruta de la Ballena conformada por plataformas costeras colocadas estratégicamente y puntos frecuentes de avistamiento que contribuyen a su búsqueda, así como también la de delfines, lobos y aves marinas.

Así como ocurre en las costas patagónicas, el litoral de Uruguay también ofrece el espectáculo del avistaje, con el impactante desfile de estos enormes mamíferos acuáticos que se aproximan al continente sudamericano a partir del último tramo del invierno.

Se trata de la ballena franca austral, que migra en esta época desde las aguas del extremo sur del continente en busca de temperaturas más elevadas para reproducirse. En ese periplo llega a las costas uruguayas luego de pasar por la Argentina, donde el avistaje es una actividad de trascendencia mundial, con base en Puerto Madryn y la Península Valdés. Los animales, que llegan en gran cantidad, miden en promedio 15 metros y se pasean por las costas en busca de aguas tranquilas para la cría y el apareamiento. 

En el caso uruguayo, la experiencia ocurre a lo largo de las costas de los departamentos de Rocha y Maldonado, en el este de ese país, donde se ubican unos 20 puntos de avistamiento en los balnearios más concurridos de esas zonas.

Esta ruta incluye plataformas, los faros de José Ignacio, La Paloma y Cabo Polonio, y elevaciones naturales estratégicas, como el Cerro de San Antonio en Piriápolis, y La Pedrera.

El tamaño promedio de los animales es de 15 metros: un ómnibus y medio de largo, acotó Rodrigo García, presidente de la organización que busca proteger los cetáceos. Además, se sugiere prestar atención al mar cuando se ven gaviotas revoloteando en alguna zona ya que podrían estar comiendo encima de las ballenas. También hay que observar si se forman remolino en esos lugares y buscar los llamados «soplidos en forma de v», un indicador que es característico de la especie.

El animal, cuyo nombre científico es Eubalaena australis, mide unos 18 metros y pesa entre 40 y 50 toneladas, lo que equivale a una decena de elefantes, según la OCC.

García recordó que estas ballenas están en ayunas, por lo que la única reserva alimenticia de que disponen está en su grasa. «Pueden estar desde tres hasta seis meses sin alimentarse», comentó García.

«La hembra, si tuvo a su cría, normalmente necesita de un mes y medio para que tenga fuerzas para migrar hacia el sur. Una vez cumplido ese ciclo, van a sus lugares de alimentación, que es en la zona antártica», indicó el experto.

Cualquier estrés que tengan por ruido o persecución perjudica su normal reproducción. Por lo cual, en 2002 impulsaron la firma de un decreto que prohíbe el acercamiento de cualquier persona.

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